Acerca de nuestra Caridad
Hola, soy Grecia, y hace algunos meses, la adversidad golpeó las puertas de mi vida con una fuerza que casi acaba conmigo. No supe cómo, ni por dónde, ni cuánto tiempo esta enfermedad me acechó; una enfermedad silenciosa que me dejó entre la delgada línea de la vida y la muerte.
La Hipertensión Pulmonar Arterial se me presentó después de sufrir varias tromboembolias pulmonares y, a causa de esto, tener insuficiencia cardíaca, crecimiento en mi lado derecho del corazón y dejar mis pulmones llenos de coágulos, los cuales me impiden poder respirar por mí misma y me obligan a estar conectada a una máquina de oxígeno 24/7.
En cuestión de días perdí la movilidad de todo mi cuerpo, dejé de comer, conectada a un ventilador para poder respirar, con tubos que arrojaban aire caliente porque la temperatura de mi cuerpo me empezaba a abandonar. Fui sometida a trombolisis para tratar de deshacer los coágulos alojados en mis pulmones, cateterismo, drenaron mis pulmones porque se llenaron de agua, tomar medicamentos que me provocaban fuertes dolores de cabeza, náuseas y vómito. Y finalmente, después de estar en terapia intensiva dos semanas y 4 más internada en el Hospital de Especialidades de la ciudad de Torreón, los doctores de esa ciudad, que fueron Ángeles para mí, me lograron salvar la vida.
Pero ese no fue lo peor que pasé. El dolor más grande fue no poder ver a mi familia, a mis seres amados. La idea de dejarlos es el miedo más grande e inseguridad que he llegado a sentir. Soy mamá de dos pequelos, una bebé de dos años y un niño de 5, tengo una hermana menor que depende de mí, un esposo que ha librado esta batalla a mi lado y no me ha soltado de la mano.
Cuando salí del hospital, era el mismo diagnóstico: la HAP es una enfermedad crónica que no tiene cura y tiene una mortalidad de 5 años. Me aterraba aceptar esto, perderme la oportunidad de ver crecer a mis hijos, de jugar con ellos, de cargar a mi bebé, de compartir mi vida al lado de mi esposo. Así que cuando menos lo esperé, llegó ese rayo de luz y esperanza. Viajé a la ciudad de Monterrey, donde me informaron de una cirugía que me curaría por completo, que me regresaría a mi vida. Dicha cirugía no se realiza en México; está se llevaría a cabo en San Diego, California, en el Hospital la Joya. Es una cirugía a corazón abierto, por lo que mi familia y yo solicitamos apoyo para que este sueño, esta bocanada de aire para mí, se pueda realizar, llegando a todas las personas que podamos, compartiendo nuestra historia, no solo mi historia, sino la de mi familia, una familia que se apoya y se cuida entre ellos.
Tengo fe y confianza de que hay muchas personas que me entienden, que acompañan en esta batalla, que no nos dejarán solos, ya que cuando muchos corazones se unen, pueden lograr lo imposible.